Según Collinson, este campo opera en dos direcciones: mientras los iones más pesados tienden a hundirse hacia el suelo, los electrones, más ligeros, buscan escapar hacia el espacio. Este dinamismo crea un equilibrio que, aunque sutil, es fundamental para la atmósfera.

La misión demostró que los iones de hidrógeno son acelerados por este campo a velocidades supersónicas, 10,6 veces la fuerza de la gravedad, y que incluso los iones de oxígeno más pesados también se ven significativamente afectados, aumentando la densidad de la ionosfera a una altitud mucho mayor de lo esperado.

Este campo eléctrico de la Tierra no solo redefine nuestra comprensión de la atmósfera, sino que también plantea preguntas fascinantes sobre otros planetas. Collinson enfatiza que cualquier planeta con atmósfera podría albergar un campo ambipolar similar, lo que abre nuevas avenidas en la búsqueda de planetas potencialmente habitables y en la comprensión de cómo las atmósferas planetarias evolucionan y se mantienen.

“Cualquier planeta con atmósfera debería tener un campo ambipolar”, afirmó Collinson. “Ahora que por fin lo hemos medido, podemos empezar a aprender cómo ha moldeado nuestro planeta, así como otros, a lo largo del tiempo”, concluyó.